jueves, 1 de septiembre de 2011

Septiembre en Sanlúcar de Barrameda

Son los preludios de un nuevo renacer en el campo, como si se tratara de una nueva primavera
Atrás quedó la fiesta y el descanso y, ahora con Septiembre, vuelta a la normalidad. Diremos adiós a los veraneantes de siempre que, año tras año deciden que nuestro pueblo sea su casa durante un tiempo, aunque ya quedan pocos de aquellos forasteros que se permitían disfrutar de las excelencias de esta tierra durante dos y tres meses.










Los otoños son más imprevisibles que nunca en cuanto a la meteorología.
 
Ahora en septiembre volveremos a oír a los niños, dando una tímida bienvenida al curso escolar, reuniendo libros, cuadernos nuevos, lápices de colores y las mochilas que han sustituído a las antiguas maletas. Y cuando nos desperezamos tras los días de playa vamos poco a poco abrazando el campo, con la antesala de una vendimia trempana, -por aquello de los cambios climatológicos- que nos conducirá más tarde, tras la degustación de la uva y sus primeros caldos, a días de monte, mientras espantamos la última y prolífica generación de "las familiares, inevitables, pequeñas y revoltosas moscas", como dijera Machado.

Normalmente Septiembre es un mes de transición en la Naturaleza o al menos así ha venido siéndolo hasta que se incrustara en nuestros campos las alteraciones fenológicas, como consecuencia de un tiempo climatológico casi irreconocible. En Septiembre siempre se diluyó el tórrido verano que se rendía lentamente a la otoñada, al equilibrio entre los días y las noches, a la llegada masiva a nuestras latitudes de cientos de miles de pajarillos que vienen huyendo de las bajas temperaturas norteñas, y a la berrea de los venados del coto de Doñana.
Son los preludios de un nuevo renacer en el campo, como si se tratara de una nueva primavera, pues la canícula veraniega adormece la actividad silvestre de nuestras algaidas, con intensas horas de sesteo diurno, aunque con una gra movilidad crepuscular, hasta que en los últimos días de Septiembre rompe la modorra campesina, y arboledas y matas desgranan sus frutos como manjares que aprovechan las aves viajeras para reponer fuerzas; será entonces cuando papamoscas, currucas y mosquiteros- que aquí llaman zosquititos- se surtirán de los frutillos silvestres y de una variada gama de insectos.



La llegada de los petirrojos es un preludio de la llegada del otoño.
















La culebra bastarda y la esquiva lagartija colirroja aprovecharán las últimas calores recorriendo los arenales entre jaguarzales, jaras y camarinas, hasta que las jornadas diurnas vayan cediendo espacio y tiempo a las noches y lleguen los primeros fríos, o las primeras lluvias o nuevos bochornos, porque ahora otoño es imprevisible. Pero será entonces cuando el otoño haya cumplido con su cita ecológica, más tarde o más temprano, aunque con el calendario lo haga cada veintiuno de Septiembre.


Manuel J. Márquez Moy

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